Deonyn, cazador desde los diez años, llevaba el fino y elegante arco atravesado por el hombro y el carcaj de toscas flechas sobre la cintura y una bolsa al hombro que arrastraba pesadamente por la arena, como era lo normal, cargando su preciadísimo botín de pieles de lobo; aquello debía de valer toda una fortuna.
No era atractivo en absoluto, el atractivo que demostró en su juventud se desvaneció por las muchas cicatrices que surcaban su cara, llevaba el negro y oscuro pelo lo más largo que podía, para ocultar su horrible cara, tal vez lo único que tenía medianamente bonito eran unos ojos marrones profundos y opacos. Era muy alto y delgado, de unos veinticinco años más o menos, las manos eran grandes y alargadas, llenas de callos y ampollas, por el continuo manejo del arco, las uñas prácticamente cortadas simétricamente y muy sucias. Iba vestido con unas ligeras ropas del desierto, para no sudar mucho y poder moverse lo más rápido que pudiera, para escapar de las fieras del desierto, ya fueran lobos, tiranos o hienas, daba igual, él los cazaba y vendía, o en el caso más extremo, huía de ellos, tenía un ingenio extraordinario, y una puntería igual de increíble para ser un humano.
Empezó a subir una de las múltiples dunas que lo rodeaban, mientras oteaba el horizonte lo mejor que podía, con una mano en la frente para que el intenso y caluroso sol del desierto no lo cegase. Una pequeña manada de lobos lo esperaba abajo, mientras se comían… algo que no llegó a distinguir. Cargó el arco con una de las múltiples y toscas flechas que llevaba en el carcaj de cuero, mientras apuntaba lo mejor que podía.
-Vamos Deonyn… no puedes fallar…-Se advirtió a sí mismo. La distancia entre él y la manada de lobos era de, por lo menos, cien metros. Eran tres lobos más o menos pequeños, dos más grandes… y uno enorme. Ése debía de ser el macho alfa. Debía de ser su blanco prioritario: Disparó la flecha contra el mortífero animal. El proyectil salió disparado veloz contra el enorme depredador, clavándose en el gran costado, de donde empezó a manar sangre. El lobo levantó la cabeza y los otros con él, con un aullido de dolor, y se lanzó a la carrera contra Deonyn, la camada entera empezó a correr tras el líder.
El cazador volvió a cargar una flecha en el arco, ahora menos de sesenta metros los separaban, volvió a lanzar. La flecha derribó a uno de los lobos pequeños, haciendo que éste, con la flecha clavada en uno de los ojos, tropezase y muriera en la cálida arena. Sólo quedaban cinco lobos más el líder, que estaba terriblemente herido… Cuarenta metros, eran tremendamente rápidos comparados con otros a los que se había enfrentado anteriormente. Cargó otra flecha y disparó otra vez con un zumbido, derribando a otro de los medianos. Cuatro lobos… sólo los separaban treinta metros, le daría tiempo a cargar otra y saldría huyendo…
Otra flecha salió zumbando del arco, derribando así a otro de los pequeños, y echó a correr colina abajo por donde ya había venido, esperando que no lo alcanzasen. Pegó un traspiés y salió rodando colina abajo, mientras los otros animales ya habían llegado encima de la colina y cargaban contra él. Una vez dejó de rodar cargó otra flecha y la disparó, abatiendo a al último de los lobos medianos. Sólo quedaban dos… además uno estaba herido. Los separaban como unos… veinte todavía. Cargó otra flecha y mató al último de los lobos, sólo quedaba el macho alfa.
La enorme criatura se alzaba ante él amenazadora y rugiendo enfurecida, por la muerte de su manada y su herida en el costado. Lanzó un mordisco contra el cazador, que cerró los ojos mientras lanzaba un puñetazo con una flecha entre los dedos índice y corazón, sirviéndole como una pequeña daga. El golpe dio en su blanco, en la garganta del lobo, levantando la cabeza con pasmosa fuerza, aunque la criatura aún vivía, pero perdía sangre muy rápidamente. Murió de forma sangrienta y dolorosa, la sangre del cuello se derramó sobre la cara de Deonyn, con un tacto espeso y cálido, como el del vino.
Su respiración pasó de ser entrecortada a ser más tranquila, al ver que la criatura estaba ya muerta. Miró arriba donde estaba su bolsa con las pieles. Allí estaban, intactas. Respiró aliviado, no le haría ninguna gracia perder aquella mercancía.
Subió colina arriba, ciertamente molesto por la caída que tuvo. Justo cuando llegó arriba, un buitre cogió la bolsa llevándosela a donde estaban comiendo los lobos.
-¡¡Maldito pajarraco!! ¡¡Hijo de puta, devuélveme mis pieles!!-Cargó una flecha en el arco, y disparó, matando al buitre y cayendo entre los cadáveres.-¡Y como siempre, cien puntos!- Echó a correr colina abajo… dando un traspiés de nuevo, rodando y dando volteretas, atropellando a todo lo que se encontraba por delante, pasando por encima de los cuerpos de los lobos y terminando en el llano donde estaban los mugrientos cuerpos. Se empezó a quejar:
-Ay… cre… creo que me he roto algo…-Entonces sacó el arco de debajo de la espalda, que estaba partido en dos. Lanzó los dos pedazos de madera a un lado con gran pena. Levantó la cabeza y vio un cadáver carbonizado en medio de todos los cuerpos de animales que estaban allí tirado.-A saber quién fue el animal que organizo esa masacre…- Reconoció que el cuerpo carbonizado era de un hombre, bípode… un Bangaa a juzgar por la cola. Otra muerte en el desierto, nada nuevo. Y sin darle más importancia, echó a andar hacia la ciudad más próxima, al fin y al cabo… todos los caminos llevan a Arcadis.
jueves, 28 de febrero de 2008
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