jueves, 28 de febrero de 2008

3.

Setzelk se levantó de su mesa mientras dejaba la jarra de cerveza encima de la superficie con un basto golpe del brazo, haciendo gran ruido. Una joven tremendamente atractiva y seductora entró en la taberna con una escolta más bien concurrida, aunque los hombres eran muy altos y tenían un porte misterioso y siniestro. La mujer empezó a dar una pequeña tertulia, aunque no escuchaba atentamente captó ciertos detalles; como el que iban a asaltar una prisión para reclutar a alguien… No le importaba lo más mínimo todo aquello, además de que ya estaba aburrido. Se levantó dejando la silla hacia detrás con un sonoro ruido de la madera al arrastrarse contra el suelo, aunque no se oía absolutamente lo más mínimo por el barullo que había en la taberna. Dejó los guiles que le costó su bebida y se marchó de allí apresurado por la presencia de esos individuos.

Ya en la concurrida calle con gente de todas las etnias caminando apresuradamente a sus negocios, hogares o daban un calmoso paseo, aunque curiosamente todos o al menos, la mayoría llevaban armas, ya fueran espadas, dagas, bastones, arcos e incluso rifles, eran tiempos difíciles para todos los habitantes de una ciudad, y Setzelk no era una excepción.

Era un hombre humano de gran envergadura, aunque tremendamente delgado, demasiado grande para ser dalmasquino, más bien parecía ser descendiente de un Garif, mas era humano puro. El pelo bastante corto y castaño, vestido con una cota de mallas completa, adornada con el blasón de su clan; “La noche sangrienta”, un cruento clan de guerreros de todas las razas siendo ellos unos pocos de los guerreros más cruentos de todo Ivalice, dispuestos a todo por cazar a su presa.Unas botas de cuero rojo y una enormísima espada a su espalda, muy larga, aunque no ancha, mas era férrea como acero templado. Setzelk echó a andar calle adelante, mientras algunas personas se fijaban en su gran espadón, hasta que finalmente consiguió llegar a la Ciudad Baja.

Allí había menor cantidad de gente, y la delincuencia abundaba por todos los rincones, aunque allí vivían la mayoría de los ciudadanos. Pasó por delante de una plaza con tres o cuatro mercaderes sentados en el suelo anunciando sus escasas mercancías:

-¡Las mejores ganancias para el aventurero, espadas, pociones, antídotos, amuletos, lo tengo todo!

Otro gritaba:

-¡Tengo de absolutamente todo; todo lo que deseen aquí!- Setzelk pasó olímpicamente por alto su presencia, hasta que llegó a un pequeño callejón, donde una espada se posó en su espalda con la punta. El que lo hizo debía de estar loco de remate, atacar a un hombre de tal envergadura y con un espadón como aquel… un verdadero suicidio.

-Dame todo tu dinero y pertenencias o hago pincho moruno de aventurero contigo.-La voz era de un hombre de edad bastante madura, no mayor que Setzelk. El cazador le contestó:

-Yo de ti no lo haría…

-¡Dame todo tu dinero rata de alcantarilla! ¡Ya!-Le gritó. Las mallas resonaron. Aquel no era un ratero de poca monta como otros. Ya iba preparado para todo, hasta iba con armadura. Setzelk lanzó un codazo directo hacia la cara, justo a la altura de su codo, aquel hombre no debía de medir más de un metro sesenta y pocos. Resonó un fuerte ruido metálico: Aquel tío llevaba yelmo. ¡No era un guerrero normal! ¡Era un guardia! El hombre tras recibir el impacto, se echó un poco hacia atrás mientras su casco salía disparado hacia atrás resonando contra el suelo con chasquidos metálicos. El pelo del guerrero era tremendamente largo y negro como una noche de invierno, y su rostro estaba surcado de cicatrices mal cerradas. Era un horror andante. El guardia, enfadado consigo mismo por aquel imprevisto, se lanzó al ataque contra el cazador, aunque éste, a pesar de lo estrecho que era el callejón en el que estaban, consiguió esquivarlo sin dificultad alguna, mientras el guardia se caía encima de unas tinajas y las rompía en mil añicos. Empezó a farfullar:

-Hijo de perra, ahora te vas a enterar…-Una pequeña sonrisa surcó el rostro de Setzelk, ¿Aquel incompetente quería derrotarlo? ¿Quería robarle? Si pretendía aquello iba de culo.

-Tú vente a por mí.-Dijo confiado. Su voz era grave y segura.-Y luego te daré los azotes que se les da a los niños traviesos.-El hombre salió cargó contra el cazador, mientras éste levantaba la mano y murmuró:

-Aero.-Un torbellino de aire salió disparado de su mano y con un airoso movimiento del brazo hacia arriba, el techo de la ciudad baja, el hombre salió disparado gritando como un loco, lo que atrajo la atención de algunas personas. Setzelk desenfundó el espadón y cuando el guardia caía, lo agarró por una de las múltiples correas de cuero que sujetaban el peto de metal de su armadura, mientras el hombre pataleaba al aire.-Ya me puedes dejar en paz, guardia de poca monta.-Amenazó el cazador. El hombre le lanzó la espada de acero, que pasó rozando la cara de Setzelk haciéndole un tremendo corte en la mejilla.

La sangre empezó a salir por el corte, mientras un lacerante dolor hacía acto de presencia, derramándose por toda la tez y cuando llegaban a la barbilla, las gotas caían sobre sus botas o sobre el suelo. Con un grito de ira, Setzelk estrelló el espadón con el hombre contra una pared, levantando unas pocas piedras por la fuerza del golpe. Ya se había cabreado. No quería matarlo, pero ahora tenía que hacerlo, tanto por su bien como el de otros ciudadanos. Tiró el espadón a un lado mientras sacaba una daga de su cinturón y el guardia, a pesar del poderosísimo impacto intentaba escapar a gatas entre gemidos. La gente se seguía amotinando por la pelea, con vítores, abucheos o en todo caso risas. Setzelk lanzó la daga, clavándosela al guardia en una de las sienes, terminando con su vida en el acto. La mayoría de las personas que estaban allí pegaron un gemido de terror ante el acto que acababa de hacer el cazador, otros vítores u otros se iban de allí desilusionados por que la pelea había perdido todo su interés.

Setzelk enfundó su espadón y se abrió paso como pudo entre el gentío, en dirección a la sede de “La noche sangrienta” Tenía que decirlo, decir que abandonaba Rabanasta… para acabar lo que tenía que hacer en Arcadia.

Pronto llegó a la sede, mientras se bebía una pócima que compró a uno de los mercaderes de la plazoleta, y la herida iba cicatrizando rápidamente, aunque los abundantes restos de sangre seca le surcaban toda la cara al igual que el lacerante dolor de la herida. Pronto entró en una derruida chabola de piedra, con algunas personas dentro: Dos vieras, una humana, dos bangaas y un moguri. Allí había una mesa cuadrada en medio de la estancia, y a modo de sillas un montón de cajas y otras apiñadas por allí. La humana lo saludó alegremente:

-¡Hola Setzelk! ¿Qué te pasó en la cara?-Preguntó mientras observaba la cicatriz con curiosidad.

-Un guardia que me tocó las narices.-El moguri habló:

-¿Otra vez metiéndote en líos, kupó? Eso no está bien, kupopó-Setzelk replicó enfadado:

-No tuve la culpa, ese incompetente pretendía robarme.-Todos echaron a reír a carcajadas y uno de los bangas saltó:

-¿Robarte a ti? ¡Impossssible!

-Ya le di las consecuentes advertencias, pero el que avisa no es traidor.-Dijo lacónico.-Bueno, lo que os iba a decir: Me marcho de Dalmasca.- Incluso las vieras se sobresaltaron ante la decisión del guerrero.-Voy a salvarlo, voy a sacarlo de Arcadis, y de su prisión, me da igual tener que convertirme en fugitivo para ello. Sacaré a nuestro líder de ahí. Salvaré a Zero de esa prisión.-Los integrantes del clan se quedaron boquiabiertos, sin mediar palabra, con los ojos como platos y salidos de sus órbitas, el guerrero se iba, los dejaba solos y a su suerte…-Pero regresaré. Y volveré de una pieza, al igual que Zero.-Los guerreros siguieron boquiabiertos hasta que el otro Bangaa intervino:

-Pues nosssssotrossss iremossss contigo, Ssssssssetzelk.-Una de las vieras, que curiosamente tenía las orejas completamente pardas interrumpió al bangaa:

-“La noche sangrienta” ha de permanecer unida. Nosotros iremos contigo, pase lo que pase. Una noche sin una estrella ya no es una noche.-Setzelk hizo aparecer una sonrisa en su rostro mientras se inclinaba sobre la mesa que estaba en el centro de la sala, mientras decía:

-Coged vuestros arcos, espadas y lanzas y preparad vuestra mejor magia, nos marchamos hoy.

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