jueves, 28 de febrero de 2008

10.

Mientras que el hombre de la larga melena se teletransportaba a Bhujerba, Setzelk justamente acababa de aparecer junto a sus compañeros por la puerta sur de Rabanasta, con su enorme espada a la espalda, una joven hume de más o menos su edad, pelo un poco corto y castaño, dos vieras, ambas casi gemelas, un moguri y dos bangaas hermanos de color verde, cada uno armado de una manera distinta, aunque Setzelk era el que más cantoso resultaba a su lado: A pesar de que la hume fuera armada con una ballesta muy grande, y con hermosas ropas para el desierto, casi translúcidas, una de las vieras con una katana resplandeciente que llevaba en la mano, y una cota de mallas muy pesada, la otra llevaba un rifle, el moguri… desarmado completamente. No llevaba armas a la vista, e iba vestido como si fuera a darse un paseo por la ciudad. Uno de los bangaas llevaba una lanza, una alabarda concretamente, un poco oxidada por el paso del tiempo, pero bien afilada, preparada para despedazar a cualquier enemigo que se topen y por último el hermano de éste, un arco, arma muy poco común entre aquella raza de reptiles humanoides.

-Setz, ¿Qué quieres que hagamos aquí? ¿No íbamos a ir a llevárnoslo de la prisión arcadiana?-Preguntó la chica humana

-Sí, pero tengo unos asuntos pendientes con ciertas personas.-Contestó sencillamente.-Además, tenemos tiempo, pero hoy estaremos volando en algún barco volador, ya verás, Ahana. Además seguro que os gustará lo que voy a hacer hoy.-Dijo mientras echaba a andar y sus compañeros lo seguían en silencio. A medida que iban acercándose a la pradera, empezaron a aparecer las típicas criaturas de Giza como los pequeños conejos rondando por allí alegremente. Setzelk sonrió levemente al verlos, ya desde pequeño aquellas criaturitas le hacían gracia. Las que no le hacían ni pizca de gracia eran las mortíferas cocatrices, y menos si eran salvajes. Pronto llegaron al pequeño poblado nómada sin incidente alguno, sin embargo Setzelk no dejó de andar, aunque los otros compañeros se detuvieron un poco:

-Setzelk, descansemos un poco…

-No.-Respondió secamente.-No llevamos ni una hora caminando, y tengo que llegar allí antes de que anochezca, o nos perderemos el espectáculo.

-¿Espectáculo dices kupó?-Preguntó el moguri-¡Fuegos artificiales!-Exclamó alegremente

-No precisamente.-Dijo mientras volvía a andar. De nuevo, un silencio muy tenso se volvió a crear entre los compañeros, aunque no hubo queja alguna. Salieron del pequeño poblado, mientras unas hienas cobardes no se atrevían a atacarles por la superioridad numérica que ellos tenían. Tras una hora de camino, llegaron a una vasta extensión llamada “Campo de Ozmón”, donde Setzelk se separó un momento del grupo:

-Esperadme, ahora vuelvo…-Se fue unos metros más hacia al lado de unas rocas, que parecían una cueva mientras desenfundaba el espadón y gritaba:-¡Eh perezosos! ¡Despertad, despertad!-Empezó a dar golpes contra las paredes con el espadón mientras se oían como una especie de “Kwé” en el interior de la cueva, y se oyeron muchas pisadas pesadas. La humana se acercó seguida de los dos bangaas con curiosidad, mientras se oían las pisadas de más cerca. Lo último que pudieron ver fue que Setzelk esbozaba una sonrisa de satisfacción, cuando tres aves enormes de plumaje negro salían corriendo de la cueva, mientras Setzelk se guardaba el espadón en la espalda a toda velocidad y se montaba en plena carrera sobre los lomos de uno de los chocobos. El pájaro corría como un condenado, y daba saltos como si quisiera volar. Setzelk pegaba gritos de entusiasmo mientras dirigía al animal y reía muchísimo, sin caerse, aunque se balanceaba de un lado a otro por causa de los giros y saltos del chocobo, mientras volvía junto a sus compañeros, dando vueltas, hasta que el animal se cansó y dio por vencido. Aún encima del pájaro, se acercó a sus compañeros, aunque el animal se encabritó un poco, sin embargo el guerrero consiguió calmarlo con un movimiento de su cabeza. Las dos vieras estaban levantadas y con las armas preparadas para reaccionar si el chocobo negro se volvía agresivo.

-Setzelk, es peligroso, baja, son animales muy rebeldes-Advirtió una de las vieras

-¡Qué va! ¡Una vez se rinden son más mansos que un conejo de Giza ante una zanahoria!-Exclamó el joven mientras bajaba. Sin embargo el chocobo no se movió a pesar de no estar domado.- ¿Véis?-Ahana se acercó con precaución seguida de los dos hermanos bangaa.

-Ssssssstezelk, essssso podría haber ssssssido muy peligrosssssso casssssi un sssssuicido…

-A ver Tanuno, no, no hay problema, te estoy diciendo que es manso del todo.

-¿Llevas mucho tiempo domesticándolo, kupó?-Preguntó el moguri, curioso

-Hombre… un poco de tiempo, como un mes.-Ahana le empezó a acariciar el plumaje al chocobo.

-Qué bonito… cuando no están por la labor de picotearte vivo son muy majos. ¿Y cómo sabes que es el mismo que has estado entrenando todo este tiempo?

-Tiene una marca en la pata izquierda, una cicatriz.-Ahana miró la pata izquierda, pudiendo ver cómo una sutura surcabaun pequeño trozo de la pierna.-Se la hice hace tiempo, sin darme cuenta durante un encargo. Lo curé y bueno, digamos que se ha encariñado conmigo… cosa muy rara en un chocobo de su especie.-Empezó a caer el sol por detrás de las montañas. Setzelk maldijo:-¡Mierda! ¡Se nos ha hecho muy tarde! ¡Rápido, al poblado de los gariff, allí podremos teleportarnos a Rabanasta y coger el primer vuelo a Arcadis.-Los compañeros echaron a andar, mientras el chocobo se iba corriendo a otro sitio. Setzelk no pudo contenerlo y salió disparado en sus lomos, intentando frenarlo mientras le gritaba:-¡Maldito pajarraco! ¡Venga, que llevo un mes entrenándote y tú aún no sabes acatar órdenes! ¡Párate!-Sin embargo el chocobo seguía corriendo dando sus característicos sonidos. Setzelk no pudo contener más el equilibrio y cayó de su montura, dando varias vueltas en el suelo. Tanuno, su hermano y Ahana se acercaron corriendo a socorrerlo. Sin embargo, Setzelk se levantó, no sin esfuerzo, pero se levantó, rechazando la ayuda de sus amigos. Mascullando palabras por lo bajo, se fue caminando junto a los miembros de su clan, camino del poblado. Llegaron, de nuevo sin problema alguno. Ahana apoyó la mano en el hombro de su compañero:

-Si te sirve de consuelo, has hecho lo que ninguno de nosotros podría hacer, haber montado en ese pájaro.

-El problema es que es un animal incoherente.-Dijo Setzelk de mala gana. Una voz llegó a sus espaldas:

-¡Kupopóooooo! ¡Esperadme, maldita sea!-Era el moguri, que se había retrasado por causa de sus pequeñas patas. Los dos bangaas dieron una sonora carcajada, aunque Alhana y Setzelk procuraban no mostrar que aquello les hacía gracia. Pero las vieras, parecía que ni siquiera se inmutaban. Setzelk se sacó una pequeña piedra de la bolsa mientras se la lanzaba al moguri alcanzandola en el aire:

-¡Funo, cógela, nos vemos en el aeródromo!-Setzelk cogió la mano de una de las vieras y Alhana mientras le decía:

-Toca la piedra, Aleera.-Aleera tocó la piedra mientras un resplandor los rodeaba y aparecían en el cristal de Rabanasta. Aunque tuvieron la muy mala suerte de que los dos bangaas y la viera restante les cayesen encima, aplastándolos, y por último cayó el moguri encima de la montaña de cuerpos sentado.

-¡Kupó! ¡Vaya cosa, pareceis saltimbanquis!-Setzelk vociferó:

-¡Maldita sea, quitaos de encima, que perdemos el vuelo!

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